Cuan yo era chicó cazaba tordas a lo que llegaban los fríos
del invierno. Emplleaba unos cepos a los que les meteba u ben olivas u ben
caragols. N’habeba d’atros que las cazaban con unos tochez llenos de besque.
Dispués, si’n caeba alguna, no me la comeba, que le’n daba a los de casa mía
que las saeban apreciá más que yo. La única motivación que teniba pa cazalas
era la emoción tan gran que sentiba asperán a recordá el cepo. Yo era chicó...
El nombre científico de las tordas é “Turdus philomelos”. “Turdus”
viene del latín pa di "tordo", y “philomelos”
se refiere a una misacha de la mitología griega, Filomela, cuya llengua va sé
cortada, pero que dispués se va transformá en un mixoné cantante. “Philo” quiere di “amante de”, y “melos” sinifica “canto”.
Al llegá a la turbulenta adolescencia va cambiá la emoción
de cazá per la de tocá la guitarra. La mía droga ixes años eran las seis
cuerdas. El rock y el heavy me van está acompañán anda el último año de
carrera. Esta vez la torda va sé yo. Dispués d’un par d’años en los que unos
amigos míos no dixaban de feme cimbel pa que dentrase al coro de la Universidá
de Zaragoza, va acabá quedanme enganchau al besque de la mósica cantada. Yo no
feba más que dales llargas, imaginanme que aquello de los coros consistiba en
unas chens aburridas a más no podé que, toz serios y vestius con unas sayas
llargas, cantaban a todas horas “avemarías” y demás soporíferas letanías. Qué
atrivida é la inorancia, perque bendita é la hora en la que me va dixá
entrampá. Aquello me va cambiá la vida de medio a medio. Mai se puede di per
áne hesen iu los caminos de uno si hese fecho esto u l’atro. Lo que sí que
puedo di é que prou de lo que hoy en día soy le’n debo a habeme dixau cazá.
M’acordo como si fuese ora mismo del primer ensayo al que va
i. Me van da unas partituras y me van di áne me teniba que posá. Yo me va quedá
mirán las cagadetas de mosca que n’habeba en aquellas hojas y va pensá que cómo
habeba siu tan tonto pa dixame convencé. Entonces el director va di que
encomenzarían el ensayo repasán uno d’aquellos papels, que, cllaro, toz se
saeban menos yo. Mos va da las notas, va encomenzá a braceá y, a lo que los
coralistas van ubrí la boca y va arrancá la canción, me va pasá como a San
Pablo camino de Damasco. Va decidí que con sólo dos cuerdas, las de la mía voz,
en teniba prou pa sé feliz. Ixa decisión m’ha llevau a viajeá per montons de
sitios, a conocé chens de las que aprendé y con las que disfrutá, a viví
esperiencias inolvidablles y, a la llarga, a madurá.
La vergüenza y la inseguridá que tantos años va llevá apegadas
a la’squena van desapaecé cuan me va tení que enfrentá al públlico y va
sobreviví. Los apllausos tendrían que recetalos a la Seguridá Social. Ixa é una
de las lecions más grans que mai he aprendiu; que, a la llarga, el esfuerzo y
la pasión que uno mete pa fé ben las cosas é lo que importa, no lo que mos
imaginén que los demás van a pensá. Yo siempre canto pa yo, perque cantá é
conocese, y el único juez al que le foi caso é a yo mismo. Pero a la vez cantá
é desnudase. Per ixo da tanto miedo y tanto reparo, perque, si ben la desnudez
de la carne la medio tolerán, la desnudez del alma mos sofoca. Cuánta chen m’ha
dicho que no s’apunta a un coro perque no saben cantá. Cuántos traumas
ponzoñosos mos fan pudrí. Cuánta felicidá desperdiciada. Enfrentamos a lo que
mos da miedo é lo único que mos fa viví. Si no el fen é lo mismo que está
muertos.
Ya llegan los fríos, y con ellos tornan las tordas y los
ensayos a la Coral Foncense. Si me queriz fé caso, cuan veigaz el cepo u el
besque tiratos de cabeza. No to’l pensez tanto como va fé yo.
Ah, cuasi me s’olvida. De to la vida s’ha dicho en Fonz que
las tordas se cogen cuan pasan...
Chuan de Fonz
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